No es diferente el sabor de tus besos
ahora que ya no persisten en mi saliva,
ni tan siquiera ha cambiado el emboque
de tu lengua entre mis labios
ahora que sólo la paladeo con la memoria.
…
Apenas recuerdo el tono de tu voz
o el eco de tus tacones en mi tristeza
y, sin embargo, sueño cada noche
con los rincones más recónditos de tu cuerpo.
…
No es envidia la que siento por los hombres
que arrenden tus mentiras,
ni tampoco echo de menos tus dedos
transitando los arcenes de mi soledad,
pero reconozco con vergüenza en el orgullo
que mis manos agonizan en busca de tu vientre,
que en mis muslos hay ausencias que te inventan
y que mi sonrisa se vacía sin tus dientes.
(Dedicado a Tamara residente en C/ Cabo Prior nº 6 de Ferrol)
Lentamente te has convertido en mi vida
y he dibujado corazones bajo el sol y la luna
ahora las estrellas nos miran
con lágrimas en los ojos.
…
Las palabras penetrantes se arman de valor
como caudales que claman al cielo
y los niños, los niños nos miran con envidia
queriendo que se junten nuestras manos
que se rocen, que se fundan.
…
Pero un obstáculo se cierne sobre nuestro camino
un peligro nos acecha,
tranquila mi vida, todo es posible si el amor es eterno.
…
Mil palabras te dedicaría en ríos de tinta
pero ha llegado la hora de despedirme
como siempre te digo:
¡¡Te quiero!!
¿Quieres salir conmigo?
Vagabundeo
en busca de latitudes
sutiles y francas
a través de los arrabales
de la indiferencia.
…
Avanzo
por longitudes
frágiles y desoladas,
sin avituallamiento
en las laderas del tiempo.
…
Extingo
mi remanente de ilusión
con arrebatos de hastío.
…
Siento
un helador aliento
en los intersticios de mi piel.
…
Miro en el vidrio
de una marquesina solitaria
y descubro un reflejo
que me sorprende.
…
Mi reflejo no me reconoce
y yo…no sé quien soy.
Una adorable procesión pasea su vibrante rezo
entre las oquedades tapizadas de mi vía láctea
agujeros negros estrellas efímeras que mi corazón cuenta
un dolor indescifrable discurre a lo largo de la ruta
que atraviesa el alma palpitante que mi coño cobija
animales celestiales beben ansiosos y encendidos
en el manantial que todas las vírgenes cultivan
furiosas ante la ausencia de las fauces mas queridas
aquellas que desprecian los verbos y las ortografías de la muerte
Dioses vivos y Diosas desveladas se conjuran para esconder
su ateísmo inquebrantable y táctil cuando la luna sustituye
las mentiras que el sol siembra entre las mortales criaturas
las innumerables y desveladas habitantes de un planeta
que se devora a medias según pasa el sacrificio entre mis piernas.
y ellos muy tiernos rezan con la lengua de las almas y lamen
lamen, la suculenta maravilla de este milagro lácteo que es mi muerte
la muerte efímera que en procesión de viernes santo me consagra.
Dorada y dulce como una naranja
abres las páginas del libro
entre los lirios tiernos
de la laguna blanca de tus manos.
…
Inclinas la cabeza y lees los versos
igual que el girasol los surcos de la tierra:
el fuego contenido de las brasas,
la magnolia de un eco de tormenta,
la historia de mi corazón escrita
con el amor que alienta el desamor.
…
Hay palabras escritas en las venas,
en el vacío de quien busca una respuesta.
¡Verónica, al oír mis palabras en tus labios
confieso que sentí el temblor de mariposas
que siente el alba con la flor del cerezo!
…
Con ojos húmedos me miras a los ojos,
y en tu mirada me habla la Luz, el enigma
oscuro de la luz,
ese lenguaje de luciérnagas
que nos acerca a lo invisible, y crea el mundo
que nos salva del mundo.
…
¡Rosa de mayo, conocerte es florecer,
y celebrar la vida desde la Belleza!
Se asoma una brizna de sorpresa
en la mirada despreocupada
del elefante al cruzarse con los ojos
de ese, osado en su inocencia,
niño que se acerca.
…
Barrita un bostezo insolente
en su magnánima silueta
que recuerda los trazos
de un pequeño príncipe
en los Mundos de Saint-Exupéry.
…
Se arrodillan, frente a frente,
en duelo sin tabúes ni fronteras,
sopesando silencios
destilando sudores
de intrigas e ilusiones perdidas.
…
La infancia,
ausente de prejuicios,
ve más allá del aleteo de unas orejas,
derrotando sabores de intemperie,
y descubre la soledad del gigante,
mientras sus pupilas susurran
complicidad y ternura.
Quizá la serpiente
que imaginaba ese pequeño príncipe
devorando un elefante
nunca fue un sombrero… si no soledad…
…
Tal vez nada es lo que parece…